Son muchas las personas queridas que forman parte de nuestras comunidades educativas y que han fallecido víctimas del coronavirus. Profesores, padres y madres y muchos abuelos han muerto solos, sin poder ser abrazados y despedidos por sus seres queridos. Hospitales, residencias de ancianos y hogares han sido lugares de muerte en soledad. A todos ellos les debemos nuestro adiós y nuestro agradecimiento en medio de tanto dolor inconsolable. Estamos en duelo y lo queremos vivir de forma consciente y creyente.

Desde Escuelas Católicas ofrecemos un primer recurso oracional para que el momento de dar y recibir la noticia de fallecimientos de estas personas, en cada comunidad educativa, podamos vivirlo también como seguidores de Cristo muerto y resucitado. En momentos de tribulación como el que atravesamos, lloramos y nos situamos en presencia del Dios de la Vida.

Celebramos nuestra fe

A tientas, estremecidos por el dolor que a veces no podemos controlar. Con todo, queremos vivir esta realidad que nos supera desde la confianza en el Dios de Jesús. Por eso, nos disponemos a rezar juntos.

Introducción

Creamos en lo posible una atmósfera de silencio, de recogimiento. Si nos ayuda, podemos encender una vela, símbolo de la luz del Resucitado, del fuego que en pequeñas dosis aviva nuestra temblorosa fe. Escuchamos esta canción: Halleluia, que nosotros traducimos como Aleluya.

Recomendación: podemos cerrar los ojos mientras escuchamos la canción. No importa que no sepamos la traducción de la letra. La música te irá envolviendo. Déjate llevar y sumérgete en ella. Cada vez que oigas la palabra “aleluya” repítela en tu corazón. Gracias, Dios mío, Padre nuestro. Es Dios mismo quien sale a tu encuentro para recogerte y abrazarte.

Mientras escuchamos la canción, nos disponemos a entrar en presencia del misterio de Dios, a cobijarnos bajo su protección y consuelo.

Palabra de Dios

Del evangelio según San Mateo

Pasado el sábado, al despuntar el alba del primer día de la semana, fue María Magdalena con la otra María a examinar el sepulcro. De repente sobrevino un fuerte temblor: un ángel del Señor bajó del cielo, llegó e hizo rodar la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los de la guardia se echaron a temblar de miedo y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres: «Vosotras no temáis. Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado como había dicho. Acercaos a ver el lugar donde yacía. Después id corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá por delante a Galilea; allí lo veréis. Este es mi mensaje».

Se alejaron aprisa del sepulcro, llenas de miedo y gozo, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Salve! Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante él». Jesús les dijo: «No temáis; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán». (Mt 28, 1-10)

Comentario

No temáis

Nos sentimos rotos por las pérdidas de tantas personas que están muriendo solas y abandonadas. Estamos desconcertados y con miedo. Y nos encontramos con tus palabras que nos anclan en la confianza: “no temáis”. El miedo, el desconcierto y hasta la desesperación son sentimientos humanos y lógicos en este momento. Los acogemos, los saludamos y nos gustaría no instalarnos en ellos.

Aquellas mujeres que fueron a la sepultura de Jesús no se encerraron en el pesimismo ni huyeron de la realidad. Como dice el papa Francisco: “Con la oración y el amor, esas mujeres ayudaban a que floreciera la esperanza. Cuántas personas, en los días tristes que vivimos, han hecho y hacen como aquellas mujeres: esparcen semillas de esperanza. Con pequeños gestos de atención, de afecto, de oración”.

En cada cama donde se ha marchado en silencio y en soledad cada una de las personas de las que hoy nos acordamos, Cristo resucitado ha estado con ellas. Él está en medio de las lágrimas como consuelo permanente y silencioso. Nadie vive ni muere olvidado. El Resucitado está con nosotros dando aliento y ánimo. El Señor, que murió en la soledad y la agonía insuperable de la cruz, ha resucitado. Enséñanos Señor a encontrar los destellos de tu presencia en esta hora tan oscura de nuestras vidas.

No estamos solos. El Señor resucitado nos anima y alienta a cada paso. Ya no caminamos perdidos y sin meta, pues somos aceptados y amados incondicionalmente por el Dios de la Vida. El mismo Dios es la plenitud de todo aquello que se ha ido quebrando a lo largo de estas intensas semanas.

Con el corazón repleto de nombres

Oramos y ponemos en la presencia del Dios los nombres de las personas de la comunidad educativa, o de los abuelos de alumnos que han fallecido. Pronunciamos sus nombres. También incluimos a todas las personas que en el mundo están muriendo víctimas de esta pandemia. Personas que desconocemos, pero de las que también nos llegan sus nombres: Joaquín, Teresa, Enrique, Juan, Lucía, Manolo, Mohamed, Chang, Li, Jennifer, Roger, …

Pedimos a Dios Todo Amoroso que acoja y abrace con ternura de Padre a todas y cada una de las personas que se está llevando esta pandemia.

Decimos todos: TE LO PEDIMOS, SEÑOR.

Padre Nuestro

Nos disponemos a rezar la oración de Jesús. Él no hace discursos sobre Dios, nos invita a dirigirnos a Dios con la confianza de hijos necesitados. Nos fijamos en el comienzo de la oración: Padre Nuestro. Padre, no juez, ni Gran Hermano, ni inquisidor. Eres Padre nuestro, de todos y te encuentras en medio de todos nosotros, sin estar recluido ni encerrado. No eres propiedad de nadie. Eres Padre que solo sabe amar.

Rezamos: Padre Nuestro …

Poema de despedida

Ponemos en boca de cada una de las personas que han fallecido en estos días, víctimas de la pandemia, este mensaje de despedida personalizado para cada uno de nosotros.

Hasta siempre

Queridos míos:
No hay nada que temer,
la muerte es solo un umbral,
como el nacimiento.

El único recuerdo que me llevo
es el de los amores que dejo,
siempre estaré unida a vosotros.

No os atormentéis pensando
en lo que pudo ser y no fue,
en lo que debisteis hacer de otro modo.

A pesar de mi muerte
seguiremos en contacto,
me llevaréis dentro
como una constante presencia,
acudiré cuando me llaméis.

Seré vuestro ángel protector,
no os aflijáis.

Queridos míos, seguid viviendo.

Música final

En un último momento de recogimiento, meditamos las palabras del poema de despedida “Hasta siempre” y damos gracias a Dios por las vidas de las personas que nos han dejado y que, al mismo tiempo, nos han entregado un enorme depósito de bondad, ternura y alegría. Somos continuadores de esta cadena.

Gracias, Señor.

 

El Duelo en el ámbito escolar. Guía para Educadores

Escuelas Católicas adquirió el compromiso de aportar a los centros educativos orientaciones sobre cómo afrontar situaciones de crisis de cualquier tipo. En el 2018 presentó la “Guía para actuar en caso de acoso escolar” y en 2019 la “Guía para actuar en caso de duelo”, conscientes de que el proceso de duelo que sigue a la realidad de la muerte afecta al ámbito personal y familiar, pero también tiene repercusiones en el contexto colegial.

La situación actual que estamos viviendo de alarma sanitaria y confinamiento está teniendo consecuencias dolorosas y difíciles de afrontar, particularmente para quienes han perdido a un ser querido, ya sea por la infección por coronavirus, o por otras causas. Sin duda, tanto en estos momentos, como cuando se reanude la actividad escolar, la elaboración del duelo es y será especialmente costosa. Esta Guía de Escuelas Católicas puede ayudar a padres, profesores y comunidad educativa en esa tarea. En ella se explica cómo es el proceso de duelo, los tipos de duelo, sus etapas, los mensajes más adecuados, así como pautas de intervención pedagógico-pastoral.

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Duelos inimaginables
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