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Título: El Árbol de la sabiduría

Autor: Moisés López Mata

Materias: Filosofía. 1º de Bachillerato

Duración: Entre 7 y 9 sesiones

Muchas ventajas según donde pongamos el foco de atención:

  • De cara al alumnado, la facilidad para personalizar el aprendizaje. En un paisaje no todos tienen porqué trabajar de forma semejante en el mismo momento. En cada situación el alumnado puede decidir si prefiere trabajar solo o en grupo, así como elegir entre editar un video, realizar una representación teatral, componer una canción, hacer una exposición oral, debatir… incluso realizar un ejercicio de metacognición por medio de autoevaluación y/o coevaluación. Pero también, y no por ello menos importante, se desarrolla la autonomía y con ella, la oportunidad de convertirse en el verdadero protagonista de su propio aprendizaje.
  • De cara al profesorado, le permite algo que me parece crucial: contar con tiempo para acompañar a los estudiantes en su proceso de aprendizaje, especialmente al de NEAE, siendo el testigo cualificado del deseado encuentro entre conocimiento y alumnado.
  • Lo primero sería conocer al detalle cuáles son las Inteligencias Múltiples que presenta Howard Gardner y saber diseñar actividades para cada una de ellas. Esto no es complicado cuando utilizamos materiales como la caja de herramientas de David Lazear: un listado de actividades tipo organizadas por inteligencias. Pero también es preciso entender y hacer uso de la Taxonomía que hace Benjamín Bloom, y que más tarde fue matizada por sus colaboradores. Con esto, tenemos el andamiaje necesario para elaborar un cuadro de doble entrada y diseñar, dentro de él, las actividades de nuestro paisaje, pudiendo ser conscientes del diseño de cada actividad y del grado de complejidad.
  • También es conveniente hacer interactivo el paisaje a través de fáciles herramientas digitales (como Thinglink o Genially), para ayudar a su puesta en marcha y presentarlo de manera atractiva al alumnado.
  • Creerse en profundidad que el alumnado es el verdadero protagonista de su propio aprendizaje, sabiendo dar un paso atrás como docente y ofreciéndoles ese espacio. Se podría comenzar por dejarlos participar en el diseño de las actividades, para continuar por permitirles una organización personalizada del itinerario a seguir a través del paisaje, y terminando por tomar protagonismo en la reflexión del proceso seguido, celebrando éxitos y ofreciéndoles aprender de los fracasos.
  • Aceptar en el día a día del aula lo que he denominado “ruido de aprendizaje”: se hace muy difícil pensar en una clase personalizada, activa y en silencio habitualmente. Aprender de otros requiere de movimiento y comunicación.
  • Crear un entorno cooperativo en el grupo-clase donde, como decían los hermanos Johnson & Johnson “todos nadamos o todos nos hundimos”. Y ese ambiente no se establece solo con la aplicación de técnicas cooperativas, sino que se fundamenta en la relación de autoridad (no autoritarismo) que genera un profesor/a entre su alumnado.
  • Por último, si gamificamos el paisaje aumenta el deseo de trabajar, premiando por alcanzar, no solo la meta final, sino también determinadas metas intermedias.

Con la puesta en práctica de los Paisajes de Aprendizaje, he experimentado que la libertad que siente el alumnado cuando llega a clase y tiene posibilidad de decidir qué hacer contribuye en gran medida al desarrollo de su autonomía y, por ende, al de sus inteligencias múltiples y competencias clave.

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