El uso del lenguaje inclusivo se ha convertido en tema de debate en el ámbito de la comunicación. Más allá de argumentos a favor o en contra, desde Escuelas Católicas hemos constatado que en algunos de nuestros colegios no existe una norma clara en su aplicación. En muchas ocasiones queda a la decisión de la persona que escribe, lo que genera diferencias de criterios y, en ocasiones, falta de coherencia en los mensajes institucionales.
Este post no pretende alimentar el debate sobre el lenguaje inclusivo, sino recordar la importancia de definir criterios claros de comunicación, y de dejarlos recogidos en un manual de estilo. La coherencia en la expresión oral y escrita contribuye a la claridad y comprensión del mensaje, y es una parte esencial de la identidad institucional.
¿Qué es realmente el lenguaje inclusivo? Según la ONU, se trata de expresarse sin discriminar a ningún sexo, género o identidad, y sin perpetuar estereotipos. Aunque este objetivo es compartido por todos, su aplicación práctica puede generar ambigüedad en textos formales o científicos, y alterar la gramática natural del español al aplicar género a palabras que no lo tienen como los adverbios. En ocasiones, la duplicación constante de expresiones como “todas, todos y todes” puede resultar aburrida o redundante. Además, distintos organismos apuntan que el uso de la “e” o la “x” puede condicionar la lectura de personas con dislexia u otras dificultades de aprendizaje.
Según el “Informe sobre el lenguaje inclusivo y cuestiones conexas” de la Real Academia de la Lengua (RAE), hay dos enfoques:
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Nombrar todo: “los alumnos y las alumnas”, por ejemplo.
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Usar el masculino genérico cuando el contexto ya incluye ambos sexos.
La RAE se inclina por la segunda opción, defendiendo que el masculino gramatical no excluye, todo lo contrario, es inclusivo en español. También recuerda que los cambios en el idioma no se decretan: los consolidan los hablantes con el tiempo.
Eso sí, propone alternativas como usar términos neutros (“el personal”, “la ciudadanía”) en lugar de recurrir a fórmulas como “todes” o “todxs”, ajenas a la morfología del español.
Quienes defienden el uso del lenguaje inclusivo, por su parte, consideran que visibiliza realidades, combate prejuicios, evita perpetuar estereotipos y refleja un compromiso con el respeto y la dignidad de todas las personas.
La importancia de decidir
En el terreno de la comunicación corporativa lo importante no es tanto si se usa el lenguaje inclusivo, genérico o neutro, sino que se decida con criterio y se documente en un manual de estilo. Contar con un manual de estilo propio permite evitar confusiones, facilitar la redacción de documentos y asegurar la uniformidad de la comunicación en todos los canales de la organización. En él deben especificarse las normas sobre el uso del lenguaje, los criterios de redacción y las fórmulas preferidas, adaptadas siempre al contexto educativo y cultural de cada institución.
En Escuelas Católicas hemos optado por emplear en nuestras comunicaciones el masculino genérico, tal y como se recoge en nuestro manual de estilo. Esta elección responde a criterios de economía del lenguaje, naturalidad expresiva y concordancia gramatical, y parte de la convicción de que esta forma, por defecto, incluye a todas las personas, sin distinción.
Nuestro objetivo es que la forma de comunicar sea siempre clara, coherente y respetuosa, reflejando los valores que inspiran nuestra labor educativa y contribuyendo a una comunicación institucional sólida y coherente con nuestra identidad.
Eva Díaz
Departamento de Comunicación de Escuelas Católicas