La capa del servicio

En estos días a los frikis que nos gustan los superhéroes estamos de enhorabuena: Superman y los cuatro fantásticos ya han llegado a los cines. Y esto me ha hecho pensar en la cantidad de personas que, ya sea por opción, convicción, por accidente o casualidad se les ha regalado la capa para liderar algún espacio concreto de un colegio o institución.

La inercia en nuestro día a día y la intensidad de nuestras jornadas van diluyendo lo esencial en la vida inoculándonos, sin apenas darnos cuenta, el virus del “superpoderosismo”.

Este es muy fuerte y puede afectar a algo tan vital y fundante como nuestro seguimiento a Jesús haciendo que nuestro compromiso educativo pueda pasar a un segundo o tercer plano, según el grado de cansancio o de despiste con el que lleguemos a final de curso. 

Es tiempo de detectar nuestras criptonitas o de identificar al “Doctor Doom” que nos habita. Es tiempo de detectar y agradecer los superpoderes que un buen día se nos entregaron sin haberlo deseado.

Del Evangelio me llegan con fuerza en esta época dos expresiones:
«Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que teníamos que hacer» (Lucas 17,10).
«Gratis lo recibisteis; dadlo gratis» (Mateo 10,8).

La fuerza de lo aparentemente inútil. El poder que conlleva hacer lo que uno tiene que hacer desde la coherencia, constancia, fidelidad sin condiciones. De un servicio que no busca brillar, sino ser útil, generar vida, provocar cambio, comunión, escucha profunda, sinodalidad… aunque el cambio no sea el primer objetivo. Hacer lo que hacemos en el día a día no va solo de avances, eficacia, poderío… sino de coherencia, constancia, esfuerzo, gratuidad y hasta debilidad, porque ya nos dice san Pablo que es allí donde Él se hace fuerte. Y eso vale más que cualquier éxito. 

No sé si nos cansamos porque complicamos el servicio y la gratuidad en búsqueda de reconocimiento y metas casi inalcanzables o sencillamente porque somos complicados por naturaleza y punto. Nos colocamos, como Doom, una Armadura que, de entrada nos proporciona fuerza y resistencia. Los líderes, dicen, tienen que ser los primeros en llegar y los últimos en marchar, ensayan cara póker cuando hay tensión para que no se les note, encajan los desplantes de la administración y hasta de algún compañero tan petardo como ellos mismos, aguantan reuniones llenas de personas con la piel muy fina, acogen con resignación que el día tenga solo 24h y que el mundo haya sido creado por Dios a una lentitud de siete días. Si fuera por ellos seguro se hubiera hecho en dos y con solo medio de descanso.

Esa armadura de eficacia, exactitud y precisión les permite aguantar todo con una sonrisa de Mona Lisa pero, sin darse cuenta, puede liberar explosiones de energía, misiles, rayos láser, así como otras varias formas de armamento interior y, sin querer, exterior.

En un tiempo donde casi todo se mide, se exige o se compensa, el Evangelio nos recuerda que la gratuidad es la fuente y que la debilidad, vuelvo a repetirlo para ver si me llega a mí también, nos hace fuertes. Dar no por obligación, sino porque lo esencial ya nos ha sido regalado: la vida, los dones… que solo alcanzan su plenitud cuando se entregan a otros.

Qué lío y qué complicación la sencillez y la lógica del Evangelio, del buen Jesús y el de tantos fundadores y fundadoras que debemos de recordar y que tanto nos cuesta a veces. Unos personajillos que no salieron en ningún cómic y que su único poder era el de vivir desarmados.

Somos hijos e hijas de nuestro tiempo y cuando el objetivo no nos lleva a la gratuidad detrás de cada entrega y esfuerzo, esperamos, aunque no lo digamos y sin querer, una compensación. Y cuando esta no llega surge el desazón, el desencaje, el inconformismo e incluso la queja. Enfermamos porque estamos llamados a dar, regalar, trascender y sin querer guardamos, reservamos y nos vamos desentrenando del esfuerzo y de lo que nos conecta y da fuerza: mirar las flores del campo, reconocer la levadura en la masa, los lugares apartados y en silencio, el sonido de un río, la presencia de Dios en el otro: en el juego, el arte, en la cama de un hospital, los brazos con vías y goteros…

Xavier Marcet recuerda que una empresa, en nuestro caso una institución educativa, es una sucesión de esfuerzos invisibles. Muchos de ellos silenciosos, de memoria corta. Quien se incorpora a una estructura que ya funciona no siempre imagina cuánto sacrificio hubo en los inicios y que un gran poder, el del amor generoso y el servicio hacia aquellos que son los favoritos del Señor, conlleva una gran responsabilidad, aunque sea sin capa.

Hoy aquí y ahora en este final de curso no vamos a celebrar los resultados empíricamente medibles de cada uno. Hoy, sencillamente, damos gracias por lo que no se ve y es de gran poder: las conversaciones de última hora, los silencios prudentes, las decisiones difíciles, la fidelidad sin aplauso y la responsabilidad asumida más allá del horario. Queremos agradecer los superpoderes, mejor dicho dones que el Espíritu día tras día susurra mientras dormimos o grita cuando decidimos, a veces por inercia, parar la alarma al comenzar el día.

Esos dones del esfuerzo callado y constante, hecho de fidelidad más que de brillo, es precisamente lo que marca la diferencia. Los que estáis leyendo estas líneas seguro habréis hecho sencillamente lo que teníais que hacer, con vuestros aciertos y errores, sin pretensiones, asumiendo un rol concreto en un tramo del camino. Liderando desde lo que sois.

Y es que no hay liderazgo sin esfuerzo compartido, no hay fantásticos si no trabajan y se ayudan en equipo.

El liderazgo verdadero no se impone: se encarna y se vive desde la autoexigencia, la generosidad y la memoria del esfuerzo. Hoy queremos guardar, agradecer y honrar el esfuerzo de tantos religiosos y profesores buenos que, desde el inicio de los tiempos llegaron a pueblos, ciudades y barrios con muy poco, casi nada, y abrieron espacios de encuentro, edificaron incluso literalmente, pero se marcharon sin ruido, sin ladrillos; solo con el compromiso en la mochila, y con una gran sonrisa de lealtad a la misión educativa y carismática. “Haciendo solo lo que tenían que hacer”, dando gratis, solo, lo que habían recibido gratis.

Quien deja un cargo directivo no deja la capa del liderazgo: solo cambia el lugar desde el que acompaña. Quien lo asumirá en el nuevo curso lo recoge como un legado de esfuerzo. No como carga, sino como impulso. Liderar con gratitud es la mejor forma de estar a la altura del reto que se nos invita a proclamar todos los días del año: el Reino de Dios. Ni más ni menos.

A ti, lector que quizá se te regalan unos días de descanso o pendiente del teléfono, con el ordenador abierto haciendo horarios y con el café o infusión al lado. A ti que preparas el comienzo de una nueva etapa con más inseguridades que certezas, intuyendo profundas convicciones con o sin capa. Desde Escuelas Católicas te deseamos:

Que no te falte el sentido, la escucha, la pasión ni el coraje para sostener lo que merece la pena. 
Que no olvides nunca que la autoridad nace del ejemplo. 
Que te rodees de personas, cuatro fantásticos o más, que también quieran crecer y soñar. 
Y que mantengas siempre el norte: el bien de las personas, especialmente de los más pequeños, los más vulnerables, los descartados, los más necesitados de una escuela con alma alejada de las criptonitas diarias y que busca recargarse a la luz del sol, de ese que viene de lo alto porque es una escuela de Jesús: con huella, con historia, con abrazo y sonrisa.

Os bendecimos. Os reconocemos. Os agradecemos. Y pedimos que el Señor sea siempre eso, el Señor de nuestras vidas. Que nos empuje a continuar creyendo en el valor de lo que no se compra, de lo que no se mide y de lo que se da desde dentro. Sencillamente porque así l
o hemos recibido, sencillamente porque es lo que sabemos hacer y ofrecer. 

Sabemos que la gratuidad no está reñida con la excelencia y que el Evangelio, nos guste o no, es un estilo de vida exigente, tanto en la gestión o dirección de colegios, fundaciones, congregaciones como en la vida de cada uno.

Gracias por tanto esfuerzo regalado. Gracias por tanto talento multiplicado. Gracias por continuar la cadena de esfuerzos de donde venimos y por ser testigos del Reino. 

Sois, sencillamente, por ser de Dios, super fantásticos.

Dolors Garcia
Directora del Departamento de Pastoral de Escuelas Católicas

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