En mi formación y experiencia como acompañante de personas y equipos hubo un aprendizaje que amplió mi mirada y mis herramientas de acompañamiento: el marco de las polaridades de la escuela Gestalt. En la estela de Perls, Hefferline y Goodman (1951), se definen como una “tensión dinámica entre dos cualidades u opciones aparentemente opuestas que, en realidad, pertenecen a una misma totalidad”. Me ayudó a ver que muchas tensiones que vivimos, en lo personal, pero también en nuestros sistemas relacionales (familia, centros educativos, equipos de trabajo, organizaciones), no son problemas a “resolver” eligiendo un lado u otro, sino polos de un todo llamados a integrarse. Dejé de pensar en términos de “o” y empecé a practicar una conjunción más potente: el “y”.
Las ponentes de la mesa redonda “Conversación con la empresa”, de la jornada de orientación escolar que organizó Escuelas Católicas el pasado 17 de octubre, trajeron a la reflexión la dicotomía “¿ciencias o letras?” y hablaron de la necesidad productiva y vital de superarla. Me quedé pensando en que esta elección la tuve que hacer yo hace más de 30 años, y en que ahora la están haciendo mis hijos y mis alumnos. ·¿Todavía seguimos en esas, usando la “o” y no la “y”?”, pensé.
Al hilo de esta idea busqué datos sobre el número de matriculados en Bachillerato por modalidades, pensando que la opción del Bachillerato General, que nos ha brindado la LOMLOE, no “borra” las demás modalidades, sino que las pone a dialogar y, por ello, parece una buena opción para superar la dicotomía planteada por las ponentes entre ciencias y letras. Busqué datos de Madrid, Andalucía y Cataluña, por ser las CC.AA. con un mayor número de alumnos matriculados en Bachillerato. No he encontrado datos desagregados por modalidad en Cataluña, pero sí en Madrid y Andalucía. En ambos conjuntos de datos se repite el mismo patrón que, en síntesis, habla de una modalidad General que aún pesa muy poco frente a las modalidades tradicionales, que siguen concentrando casi toda la matrícula.
Cambiar la “o” por la “y” supone siempre un cambio sistémico que precisa de políticas, pero también de movilización de prácticas que modulan la cultura o la mentalidad -individual y colectiva-. El Bachillerato General es una oportunidad para cambiar la pregunta, aunque parece que seguimos haciéndoles elegir, a pesar de estrechar la puerta por la que nuestros jóvenes intentan pasar. ¿Qué podemos hacer desde los centros educativos a favor de este cambio de conjunción? Podemos empezar por acciones iniciales que, cuando entran en horario, evaluación y relatos, cambian la cultura:
- Abrir cruces en la optatividad de materias o de contenidos: Literatura + Análisis de datos; Biología + Ética aplicada.
- Diseñar proyectos interdisciplinares con producto híbrido (informe argumentativo + visualización de datos; póster científico + defensa oral).
- Evaluar con rúbricas que ponderen, a la vez, precisión técnica + habilidades de comunicación + impacto social.
- Promover experiencias con profesionales y entornos híbridos que operativicen la conjunción de ciencias y letras (por ejemplo, lingüistas computacionales, técnicos de comités de ética de la investigación o fotógrafos botánicos).
- Conversar con las familias en clave de competencias transferibles y no de etiquetas.
Son cambios pequeños pero acumulativos, porque, al final, cambiar la “o” por la “y” es una práctica diaria que se nota en los horarios, en los trabajos que se presentan y en cómo hablamos del talento.
La LOMLOE ha abierto la puerta del Bachillerato General. Nos toca ensanchar el marco para que más estudiantes crucen sin tener que renunciar a partes de sí. Celebremos cada vez que un alumno descubre que puede ser varias cosas a la vez. Esa es la escuela que acompaña: la que sostiene polaridades, integra diferencias y usa la conjunción más poderosa del lenguaje educativo para construir futuro: el “y”.
Aránzazu Garay-Gordovil