Por las luces, los anuncios y el calendario… ¡ya ha llegado la Navidad! Los precios de los alimentos especiales para estas fiestas suben y suben, las invitaciones a las actuaciones de los niños en la escuela y las comidas de empresa llegan y nos exigen el encaje de bolillos anual en la agenda, y los quebraderos de cabeza en al organización de comidas y cenas familiares no se hacen esperar.
Aquí está, la Navidad y lo que ella conlleva. Se abre espacio la ilusión de los pequeños, y espero que también de algunos grandes, de decorar la casa, poner el belén, reponer las luces…
Y algo que también ocurrirá en esta Navidad, que no está siendo tan anunciado, es el final del Año Jubilar de la Esperanza. Ha sido un año intenso, muy intenso, con encuentros en Roma casi todos los fines de semana. No sé cuántas personas habremos pasado o participado en alguno de los eventos de este año, seguro que muchas.
Como todo lo que empieza, también acaba. El próximo 28 de diciembre se cerrará la puerta de la Basílica de San Pedro y esperaremos otros 25 años para una nueva apertura.
Me conecta con las puertas que el curso pasado me han acompañado en el blog. Puertas que unían el Amor de Dios con nuestra realidad humana, donde el testimonio de tantas personas son bisagras que acompañan y anuncian este amor.
Me surge la pregunta, ante el cierre de esta Puerta Santa, ¿de verdad se puede cerrar la puerta que nos conecta con el Amor misericordioso de Dios? Y aparecen ante mí dos de los escritos que el papa León XIV nos ha regalado últimamente, Dilexi Te y Diseñar nuevos mapas de esperanza.
“Te he amado” (Ap 3, 9), expresión a la Iglesia de Filadelfia que en su pequeñez ha sido fiel. Dios le dice “he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar” (Ap 3, 8) y ante esta iglesia todos reconocerán que es amada por Dios. Así, los últimos, los débiles, los que no encuentran consuelo o fuerza para continuar pueden contar con una puerta abierta directa al Amor que salva. Es esta experiencia, de ser amados en nuestra mayor fragilidad, la fuerza que se nos ha regalado y que se hace certeza con los años. Los que hemos vivido este amor, aunque simplemente haya sido rozándolo, sabemos reconocerlo. Es un tesoro que nada ni nadie puede quitarnos y que nos compromete a ser portadores de este amor allí donde estemos.
Es esa puerta que se dibuja siendo puente hacia la experiencia de amor a los más pequeños con los que estamos, a los que más necesitan esta Buena Noticia. Como el papa León XIV nos dice, “la educación católica tiene la tarea de reconstruir la confianza en un mundo marcado por los conflictos y los miedos, recordando que somos hijos y no huérfanos: de esta conciencia nace la fraternidad”. (Diseñar nuevos mapas de esperanza 4.3).
Desde aquí, entiendo que la puerta de cada escuela se mantiene abierta siempre. Sin llegar a ser puertas santas, ojalá nuestros centros posibiliten experimentar el sentido de atravesarlas, ser la entrada a un “lugar del encuentro y del diálogo, de la reconciliación y de la paz que espera la visita de todo peregrino”, a un espacio en el que seguir desarrollando el Pacto Educativo Global en las tres prioridades que el papa León XIV añade: la vida interior, lo digital humano y la paz desarmada y desarmante (Diseñar nuevos mapas de esperanza, 10.3).
El Jubileo de la Esperanza que nos regaló el papa Francisco llega a su fin, pero nuestra opción por mantener las puertas abiertas continúa. La realidad de las familias que vienen a nuestros coles, las situaciones que vivimos en lo cotidiano, siguen haciendo urgente la esperanza. Siguen gritando la necesidad de crear contextos fraternos en los que poder encontrar sentido a lo que cada día vivimos.
Y es que cada año celebramos el Adviento, cada año celebramos la Navidad. Y ojalá no nos cansemos de hacerlo. Con los años, muchas personas expresan las pocas ganas de celebrar estos días. Las ausencias, los conflictos, los cansancios pesan y algunos desean despertarse el 7 de enero con todo pasado. A estas personas también estamos enviadas, para poder ser estrellas que guíen su mirada a una estrella mayor, a ese milagro de un Dios hecho Niño entre nosotros.
Acojamos la invitación del papa León XIV y hagamos de nuestras comunidades educativas constelaciones que navegan entre los desafíos con esperanza. Hagamos nuestro el reto de diseñar nuevos mapas de esperanza.
Zoraida Sánchez
Departamento de Pastoral de Escuelas Católicas