Recursos / Bienestar en los centros / Duelo

Oraciones

Ahora que te has ido
me enseñas a comprender
que la vida es una historia sin final,
que solo muere lo que no amamos,
que solo se pierde lo que no entregamos,
que ninguna soledad vaciará por completo el tiempo.

 

Ahora que te has ido me enseñas a descubrir
que aún quedan páginas por escribir
y flores en nuestro balcón para cuidar;
abrazos por recibir y encuentros por saborear,
lágrimas de solidaridad por derramar,
esperanzas en espera,
amor dispuesto a multiplicarse …

 

Ahora que te has ido,
nos queda el último y eterno abrazo

Queridos míos:
No hay nada que temer,
la muerte es solo un umbral,
como el nacimiento.

 

El único recuerdo que me llevo
es el de los amores que dejo,
siempre estaré unida a vosotros.

 

No os atormentéis pensando
en lo que pudo ser y no fue,
en lo que debisteis hacer de otro modo.

 

A pesar de mi muerte
seguiremos en contacto,
me llevaréis dentro
como una constante presencia,
acudiré cuando me llaméis.

 

Seré vuestro ángel protector,
no os aflijáis.

 

Queridos míos, seguid viviendo.

La muerte no es nada,
solo he pasado a la otra orilla.
Vosotros sois vosotros, yo soy yo.
Lo que yo he sido para vosotros siempre lo seré…
Llamadme como siempre me habéis llamado;
habladme como siempre lo habéis hecho;
no uséis un tono diferente;
no pongáis una cara solemne o triste.

 

Seguid riéndoos de lo que nos hacía reír juntos;
Sonreíd, pensado en mí.
Que mi nombre sea pronunciado en casa
como siempre lo fue,
sin énfasis alguno, sin marca de sombra.
La vida significa todo lo que siempre ha sido;
el hilo no está cortado.

 

¿Por qué iba a estar fuera de vuestro pensamiento,
simplemente porque estoy fuera de vuestra vista?
No estoy muy lejos, solo a la otra orilla del río.

 

Lo veis, todo está bien…

Hola, XXXX.
La muerte nos ha separado físicamente,
ya no puedo ver tus ojos
mirándote con cariño, ni mirarte yo
con todo mi amor.
Ya no podré oír tus palabras ni decirte las mías,
ni escuchar tus consejos;
ya no podré sentir tus abrazos
llenos de ternura,
ni darte los míos.

Y sin embargo,
seguimos viviendo:
tú en mí y yo en ti …
Eres presencia misteriosa
regalo de un amor que no puede morir.
Eres presencia añorada
que da calor y sentido a mi sufrimiento.
Mi querida mamá, (mi querido o querida XXX)
ni tú te has ido del todo
ni yo he muerto contigo…
Mi corazón no cesará de desearte,
ni se agotará la fuente de mis lágrimas,
hasta que mi dolor
se convierta en amor transfigurado.

Cuando el corazón llora, agradece y espera…
Mi corazón no se cansará de buscarte
entre las rosas y espinas que tejieron
de belleza nuestra vida,
hasta que nuestras miradas
descansen, por fin,
en un abrazo eterno.

Te fuiste no sé adónde.
Te espera tu cuarto.
Mi mamá, Juan y Jorge
te estamos esperando.
Nos han dado abrazos
de condolencia, y recibimos
cartas, telegramas, noticias
de que te enterramos;
pero tu nieta más pequeña
te busca en el cuarto,
y todos, sin decirlo,
te estamos esperando.

 

(Jaime Sabines)

Dios mío, con el corazón enfurecido,
me presento ante Ti,
furioso por dentro y enrabietado por la pérdida,
por lo que nos ha hecho la vida,
que nos ha dejado baldados y sin fuerzas,
por lo que nos ha ocurrido y que, realmente,
tampoco era oportuno ni necesario …
Tú, Dios, que nos conoces a todos,
que tienes contado cada pelo de nuestra cabeza,
que has hecho florecer el amor entre nosotros,
y las relaciones cálidas y tiernas.
Tú, Padre amoroso, sabes lo enfadado que estoy,
lo que me duele esta separación,
y creo que es una pena y un dolor
que no se me pasarán nunca.

 

Paree mentira que Tú, Dios, Padre de todos,
hayas permitido que ocurra esto.
No tienes ni idea de cómo gestionar tu familia,
no sabes lo inoportuno que eres y lo mal que lo haces,
¿Y a ti te llaman el Dios del Amor…?
¡Pues me río yo de tu amor hacia mí…!

 

Dame un poco de paz, Padre Dios,
sostenme en tu brazo amoroso,
como a un niño en plena pataleta,
que solo se calla cuando su padre le abraza.
Recuerdo la canción de la Iglesia:
PAZ, PAZ, DAME TU PAZ…
Y te la pido, te la grito… Amén.

Por qué, Señor, pretendemos
atribuirte nuestros mismos pensamientos,
nuestras mismas actitudes…
Por qué, Señor, este afán
de justificarte…
Señor, prefiero creer que Tú
ni aprietas ni ahogas,
que es la vida la que nos pone en aprietos,
que somos nosotros los que no encontramos respiro…
Ayúdame, Señor,
a aceptar que Tú tienes una forma diferente de amar.

Ahora en el fondo oscuro de mi soledad,
quisiera entender, Señor,
que Tú no te llevas a nadie,
que no eres el que, sobre todo sorpresivamente,
arrancas de nuestra vida a nuestros seres queridos.
Ayúdame ahora, Señor, a entender
que, en la vida y en la muerte,
en ti vivimos, nos movemos y existimos.
Tú, Señor, no te lo has llevado,
ya vivía contigo.

Textos tomados de: BERMEJO, JC y AYERRA, M.P., Orar el duelo, Sal Terrae, Santander, 2017; BERMEJO, J.C., y ALVAREZ, F., Orar en el duelo, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2012; HERRERO, J., Despedida de un ser querido, Folleto del Tanatorio de Madrid M-30, 2013; JORDÁN, I., ABAD, J., MORENO, J., Celebraciones en el tanatorio, CCS, Madrid, 2011. Estos textos los hemos tomado de: BERMEJO, JC y AYERRA, M.P., Orar el duelo, Sal Terrae, Santander, 2017; BERMEJO, J.C., y ÁLVAREZ, F., Orar en el duelo, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2012; HERRERO, J., Despedida de un ser querido, Folleto del Tanatorio de Madrid M-30, 2013; JORDÁN, I., ABAD, J., MORENO, J., Celebraciones en el tanatorio, CCS, Madrid, 2011.